miércoles, mayo 07, 2008

El ayatola de Jalisco y los (muy) ricos

Le enviamos el artículo publicado el día martes 6 de mayo del 08 en el periodico: Milenio Sección: Escriben.

El ayatola de Jalisco y los (muy) ricos

Roberto Blancarte


En las instalaciones de Televisa Chapultepec hay en la entrada, pasando el mostrador de registro, un sillón en una vitrina; se trata de uno de los que utilizó el papa Juan Pablo II en alguna de sus visitas a México. Siempre me pareció que era una muestra excedida del fervor que dicha empresa le tuvo al pontífice polaco; colocar un sillón en un nicho o relicario me parecía un poco exagerado, pero era una prueba del catolicismo que Televisa o los dueños de la empresa profesaban y evidentemente promovían, en esa especie de nacionalismo identificado con los supuestos valores tradicionales y familiares. Me pregunto si después de las declaraciones del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, el parecer de los dueños de Televisa y otros empresarios seguirá siendo el mismo, si se sentirán ahora más culpables por ser ricos y continuarán apoyando a la jerarquía de su Iglesia, o si por el contrario se enojarán y tomarán en consecuencia un poco de distancia respecto a la jerarquía y al populismo mezclado con el más puro integrismo católico, expresado clara y sinceramente por uno de ellos, quizás el más representativo del episcopado.

Para situar al lector en el contexto, le recuerdo las declaraciones del arzobispo de Guadalajara y cardenal (príncipe dicen ellos, en virtud de que el pontífice es el Soberano Monarca del Estado de la Ciudad del Vaticano) Juan Sandoval Íñiguez: “No hay rico, rico, rico que sea honrado, porque trabajando nadie se hace rico, si así uno se hiciera rico, los burros serían los más ricos”. Amparado en uno de los llamados “padres de la Iglesia”, el purpurado agregó: “Trabajando nadie se hace rico, si eso sucede es porque hubo explotación, algún engaño, ganar poco y hacer trabajar mucho, en fin, muchas cosas para hacerse uno rico. San Agustín, aquel gran padre de la Iglesia, dijo: ‘El rico es ladrón o hijo de ladrones, si obtuvo el dinero es porque es ladrón o hijo de ladrones’, y está dicho por San Agustín”.

El cardenal no estaba regañando a los grandes empresarios en alguna reunión a la que hubiera sido invitado, conminándolos a usar mejor su riqueza. Ni siquiera estaba comenzando una campaña de sensibilización cristiana sobre la justicia social. No, el ataque fue populista y gratuito. El cardenal estaba hablando a voceadores agremiados en la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos, ante los cuales encabezó la eucaristía con motivo del Día del Voceador. A ellos los elogió por la pobreza y humildad en que viven (no el cardenal, sino los voceadores). Pero al calor de la ceremonia religiosa, le salió el pequeño Peje que todos tenemos dentro y comenzó a criticar a los ricos, nada más por el hecho de serlo. Se le olvidó momentáneamente que son ellos los que le han regalado casas, automóviles, boletos de avión, comidas, dinero y muchas de las comodidades con las que ha vivido y que a cambio no le han pedido nada o muy poco. Pero sobre todo, se le olvidó que son los empresarios católicos y sobre todo los grandes empresarios católicos quienes más han apoyado a la jerarquía católica en todas sus campañas religiosas y en otras no tan espirituales, pero que le han permitido a la Iglesia mantenerse y presentarse como la religión identificada con la nación. Porque , hay que admitirlo, poco han hecho las grandes televisoras y otras grandes empresas para fomentar la idea de un México diverso y plural. Y como pago ahora estos empresarios reciben esta descarga populista, muy sinceramente antiplutocrática, rayando en el resentimiento social, que sinceramente no veo en qué ayude a nuestra convivencia ciudadana. Porque decir que los ricos son ricos porque son deshonestos es un llamado a la revolución, o por lo menos a la revancha. Si son deshonestos es porque nos robaron y, por lo tanto, se vale robarles a ellos, o algún razonamiento de ese tipo se desprende inevitablemente de las palabras del cardenal.

Pero como al ayatola de Jalisco (porque en eso está convertido el cardenal, es decir, en un líder religioso que aprueba o desaprueba lo que hace el gobierno y el Congreso de su estado) alguien le habrá dicho que corría el riesgo de perder a sus patrocinadores, entonces quiso corregir el rumbo… y se siguió hundiendo: dijo entonces que en realidad él se había referido a los que eran muy, muy ricos, “es decir a los que salen en la revista Forbes ”. Luego de esa interesante aclaración, me di a la tarea entonces de buscar a esos enormes pecadores y me encontré con una lista que, por supuesto, encabeza don Carlos Slim y es seguida por otros notables e inevitablemente ricos empresarios, como son Ricardo Salinas Pliego, Emilio Azcárraga, Lorenzo Zambrano, Eugenio Garza Lagüera, Alberto Baillères, Alfredo Harp Helú, María Asunción Aramburuzabala, Jerónimo Arango y Carlos Peralta; todos ellos, si no me equivoco, creyentes católicos que tuvieron la desgracia de caer de la gracia del cardenal por el simple hecho de ser ricos y, según él, automáticamente deshonestos. Mucho hay que decir de las implicaciones sociales de esas palabras, pero yo me pregunto nada más si los empresarios se la van a dejar pasar al cardenal o quizás esto les servirá para entender la necesidad de reforzar el Estado laico y a la sociedad plural y diversa.

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