martes, abril 22, 2008

El mundo según Benito XVI

Le enviamos el artículo publicado el día martes 22 de abril del 08 en el periodico: Milenio Sección: Escriben.



Roberto Blancarte¿Cuál es el papel de lo religioso en las relaciones internacionales? ¿Tiene algún sentido introducir en los debates de Naciones Unidas esta perspectiva? Durante muchas décadas, dicho organismo internacional se ha negado a introducirla, pues se conocen de sobra las implicaciones divisivas que podría tener en las discusiones. Así que el tema religioso se ha tratado sobre todo a partir de cuestiones como la libertad o la no discriminación. Hasta hace poco más de una década, el tema religioso se tocaba con suma cautela y se evitaba en la medida de lo posible. Recuerdo, por ejemplo, haber asistido en 1994 a una “reunión de expertos” en Eslovenia para tratar el tema de religión y desarrollo, ligado a la Cumbre sobre Desarrollo Social, que tuvo lugar en Copenhague. Lo anterior no quiere decir que no haya múltiples organizaciones religiosas participando de muchas maneras en el sistema de Naciones Unidas. La entidad más notoria es la llamada Santa Sede , sujeto de derecho internacional que le permite a la Iglesia Católica actuar como miembro permanente o como observador en muchos de sus organismos. Por suerte, la reciente visita de Benito XVI a los Estados Unidos de América y a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, ha permitido que nos podamos hacer una idea más clara del pensamiento del actual pontífice respecto al mundo moderno. En pocos discursos, pero sin duda importantes hasta para el soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, dada la importancia del interlocutor, Ratzinger ha delineado algunas de sus principales ideas sobre las relaciones entre las naciones y el papel de los organismos internacionales.
¿Qué fue lo que dijo y qué quiso decir el Papa en las Naciones Unidas? El análisis de su discurso puede resultar esclarecedor para saber cuál es la lógica con la que se está moviendo la Santa Sede en la diplomacia mundial. Benito XVI comenzó por reiterar que la Iglesia Católica y la Santa Sede siguen con atención e interés los esfuerzos de Naciones Unidas en su deseo por la paz, la búsqueda de la justicia, el respeto de la dignidad de la persona, la cooperación y la asistencia humanitaria, pues ven en su actividad “un ejemplo de cómo los problemas y conflictos relativos a la comunidad mundial pueden estar sujetos a una reglamentación común”. ¿Qué significa esto? Nada más ni nada menos que la Santa Sede quisiera que algunos asuntos estén reglamentados por la comunidad internacional, más que por las naciones. Es decir, que está a favor de que ciertos temas no puedan ser resueltos por los países de manera soberana: “Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección (a los derechos humanos), la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales.” El Papa señala también: “Esto es más necesario aún en un tiempo en el que experimentamos la manifiesta paradoja de un consenso multilateral que sigue padeciendo una crisis a causa de su subordinación a las decisiones de unos pocos, mientras que los problemas del mundo exigen intervenciones conjuntas por parte de la comunidad internacional.” En pocas palabras, para resolver los problemas de la comunidad internacional, el Papa apela a un verdadero multilateralismo, que no esté sujeto a la voluntad de las potencias.
Ahora bien, dice el pontífice romano, en el contexto de las relaciones internacionales existen reglas que se han hecho para promover el bien común y defender la libertad humana: “En nombre de la libertad –señala Ratzinger– debe haber una correlación entre derechos y deberes, por la cual cada persona está llamada a asumir la responsabilidad de sus opciones, tomadas al entrar en relación con los otros.” El Papa explica que se refiere “al modo en que a veces se han aplicado los resultados de los descubrimientos de la investigación científica y tecnológica” pues, “no obstante los enormes beneficios que la humanidad puede recabar de ellos, algunos aspectos de dicha aplicación representan una clara violación del orden de la creación, hasta el punto en que no solamente se contradice el carácter sagrado de la vida, sino que la persona humana misma y la familia se ven despojadas de su identidad natural.” Para el Papa Benito XVI, esto no significa que hay que optar entre la ciencia y la ética: “Se trata más bien de adoptar un método científico que respete realmente los imperativos éticos.” El tema, cuestionable y cuestionado, da para mucho.
Benedicto XVI hizo entonces una brillante jugada con esta intervención (por lo demás mucho más extensa y compleja) en Naciones Unidas, pues por un lado evitó plantear la visión religiosa como enfrentada al mundo secular y, por el otro, centrándose en los derechos humanos, pudo articular una propuesta que en esencia significa recuperar a la persona como el actor central y en teoría principal beneficiaria de los esfuerzos internacionales. Ligó así multilateralismo con derechos humanos y a éstos con la libertad religiosa, de la cual hablaremos en otra ocasión. No eliminó, sin embargo, muchos de los elementos que hacen muy difícil la discusión sobre bases religiosas de algunos problemas de bioética. El debate, en todo caso, sigue tan abierto y tan complejo como siempre.

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