martes, abril 08, 2008

Sin justicia no hay democracia

Palabra de Antígona

Por Sara Lovera


México, DF, 8 abril 08 (CIMAC).- Imelda Villalobos Muela, Yadira Fabiola Martínez Ramírez, Silvia Marcela Soto Alvides y Cintia Cecilia Pérez Soto, cuatro mujeres policías, entrenadas y capacitadas, se dijo, seleccionadas para trabajar en el sistema de juicios orales en Ciudad Juárez Chihuahua.

Las cuatro, sin motivo aparente, fueron detenidas arbitrariamente, vejadas e incomunicadas, sus derechos fundamentales cercenados.

Esto sucedió el primero de abril en las instalaciones del Centro de Inteligencia de Policial ubicadas en Ciudad Juárez (Cipol) donde se les iba a sumar a las actividades de Operación Mixta, en los que participan policías y militares.

Se las llevaron sin explicación a la Base Militar, donde fueron desnudadas e interrogadas. Su cuerpo quedó expuesto a las miradas de los militares, sin que éstos hayan identificado que se trata de una milenaria costumbre de vejar a las mujeres, que se trata de un delito, una violación constitucional y una violación a los derechos humanos que se acordaron por todas las naciones.

No es suficiente la denuncia ni el enojo o la demanda. Este hecho muestra de manera clarísima lo que Amnistía Internacional (AI) señala cómo saltar la línea roja, donde, “no los para nadie”. El gobierno de Felipe Calderón está rebasando los mínimos de respeto a las personas, a pesar de que, como diría la abogada Giulia Tamayo, de AI, recientemente en Madrid, México se coloca así en uno de los países de observación especial, de preocupación planetaria.

Estos hechos y los que tenemos acumulados, rebasan cualquier expectativa para la democracia en México, porque al acumulado que señala aprehensiones arbitrarias, desapariciones, violación a mujeres en los operativos policíaco-militares, se agrega el aislamiento de las protestas, las acciones anticonstitucionales como la que impide la libre expresión en el estado de Puebla, y la ausencia sistemática de justicia.

Y este asunto el principal. Violación a los derechos humanos, desprecio a la aplicación de la ley, se banaliza y desvalora la violencia contra las mujeres, reúnen los requisitos básicos de un gobierno irregular con tintes dictatoriales.

La lógica, en un país de “Estado de derecho” sería que las investigaciones tuvieran resultados. Dos años desde Atenco y el horror, sin investigación ni sanciones; dos años de la explosión en Pasta de Conchos, sin investigación, ni justicia, ni nada.

Y se podrían agregar el doloroso caso de Ernestina Asencio, el opaco y sin información de las jóvenes de Cuarácuaro, Michoacán, el de las denuncias cotidianas de violencia de pareja, los miles y miles de homicidios sin investigación, sin justicia.

Un Estado democrático, no sólo es que haya pluralidad política, ni libre expresión o juego entre contrarios, un Estado democrático se instala para dar garantía a las y a los ciudadanos de una nación.

Un Estado democrático se basa en la convivencia pacifica, en la justicia y el diálogo. En nuestro país no existe, si sólo nos referimos a las vejaciones femeninas, pero no existe para la población indígena, ni para quienes tienen y no pueden ejercer sus derechos laborales, tampoco existe justicia en los tribunales, de ninguna clase y se apodera de nuestro sentimiento la indiferencia o la impotencia.

Es urgente reunir fuerzas y entereza para exigir esa justicia, en cada uno de los casos. Las operaciones de acción mixta que pueblan todo el territorio tienen responsables, su organización y su bitácora están accesibles.

Necesitamos saber qué pasó, quién o quiénes consienten estas violaciones, quiénes son obligados a investigar, dónde está la obligación de los ministerios públicos, cómo responde a ello la llamada procuración de justicia, dónde están los culpables y dónde están los jueces y la investigación de los hechos.

Todo ello parece inalcanzable, precisamente en el tercer milenio, cuando nos atrevemos a suponer que atrás quedó lo salvaje, lo no moderno, lo brutal. Pero no, están aquí y ahora, estas características del pasado, donde las principales víctimas seguimos siendo las mujeres. Como en el siglo XIV cuando se hizo la quema de brujas, cómo en el holocausto, como en Irak.

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