lunes, marzo 24, 2008

Sexualidad

El Universal, 23 de marzo de 2008

Patricia Kelly


El brassiere es quizá una de las prendas favoritas de las mujeres, y ¿por qué no?, también de los hombres. Se ha convertido en un símbolo de iniciación, de liberación y hasta reflejo de nuestro estado de ánimo.
Los hay de finos encajes franceses e italianos, con tirantes suaves o firmes, con copas dispuestas a sostener los más variados volúmenes, con sencillos broches al frente o para la espalda; realza nuestros pechos o los disimula, los protege, los hay para todas las ocasiones, pero sin duda, es una de las prendas que más ganancias reporta a las compañías productoras en occidente.
¡Feliz cumpleaños!
El brassiere cumple 101 años de su creación que se atribuye formalmente a Mary Phelps Jacob, estadounidense que vende sus derechos a la Warner Brothers Corset Company por mil 500 dólares. Esta prenda femenina es producto de una evolución derivada del célebre corset, esa prenda que encerraba a las mujeres en una cárcel de varillas, pero que garantizaba formas finas y atractivas.
Hacia 1863, según algunos datos, se creó un primer diseño en donde las copas y unos tirantes que se unían en las espalda daban origen al primer brassiere; más tarde, en 1904, se lanzó un diseño que intentaba “estabilizar” los senos; hacia 1914 se patentó como ahora lo conocemos, y dos años antes, en 1912, se incorpora el término en el Oxford English Dictionary.
El brassiere ha ido ganando terreno y a diferencia de sus primeros años, hoy puede dejarse ver o insinuarse debajo de una playera, o se permite que asome una coqueta orilla de encaje debajo de un vestido. En sus primeras décadas de vida, el brassiere vivió oculto, era una prenda que correspondía a la intimidad del mundo femenino, sin embargo, de unos años a la fecha su exhibición es menos discreta. Los grandes almacenes lo exhiben en una multiplicidad de colores y estilos, y varios caballeros recorren los pasillos “ayudando” o mejor dicho, sugiriendo a sus parejas determinado modelo o color.
Sin brassiere… una protesta
La española Ana Rossetti en su libro Prendas íntimas escribió: “Alrededor de los diez años una chica empieza a obsesionarse con el despuntar de sus pechos y si llega a los 14 sin haber estrenado un sujetador se siente muy mortificada; más de una se lo ha robado a la hermana mayor para, rellenado oportunamente, acudir a sus primeras citas. Citas que quieran los cielos que sean lo suficientemente inocentes, o lo suficientemente concretas para que la pobre niña no pase un rato irreparable.
“Todo el orgullo que significa necesitar esta prenda antes de los 13 años no es nada comparado a lo que una mujer siente si, después de los 31 no la necesita. Pero así como las niñas te acusaban de meterte calcetines enrollados si te detectan un sujetador antes de cierta edad, las mujeres te acusan de siliconas y cirugías si, pasada cierta edad, es evidente que no te hace ninguna falta.
“ Sin embargo hay un período entre el deseo de ponérselo y el presumir de prescindir de él, en el que una mujer lo disfruta o lo deja de lado porque le apetece. Claro que eso de arrinconarlos, cuando yo tenía 18 años tenía otra lectura. Significaba que eras hippie, comunista o cualquier cosa, y te arriesgabas a que los chicos no te tomaran en serio…”
Es verdad, en los 70, cuando el movimiento feminista internacional estaba en uno de sus más fuertes momentos, varias decenas de mujeres en Estados Unidos quemaron sus brassieres en público exigiendo la plena libertad sexual.
Un par de lustros antes se seguía tomando como prueba del valor de una mujer a la virginidad, y se negaba su derecho a tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Era la época de los brassieres blancos o ligeramente beige, quizá un muy atrevido tendría un color rosa muy claro, pero hoy, su lenguaje expresivo ha cambiado.
Los hay rojos con adornos negros que se usan bajo playeras blancas; existen los turquesa con vivos blancos y amarillos, destacan los fucsia, los azules marinos y toda una gama de colores que ya no se ocultan. Para su creación se emplean todo tipo de telas y elásticos e incluso, en el colmo de la sofisticación, la célebre marca Victoria’s Secret presumió en una pasarela un sostén elaborado con más de 3 mil diamantes con un costo aproximado de 11 millones de dólares. Era el año 2003 y la modelo que lo exhibió fue Heidi Klum.
Hoy las mujeres occidentales tienen la libertad de escoger entre una gran variedad de colores y modelos, incluso pueden elegir no usarlo. Ida Rosenthal, la fundadora de Maidenform, una de las fábricas más prestigiadas del ramo, declaró lo siguiente cuando le preguntaron si la tendencia de no usar brassiere llevaría a esta prenda a desaparecer: “Somos una democracia. Toda persona tiene derecho a vestirse o desvestirse… sin embargo, cumplidos los 35 años la mujer no tiene una figura que pueda prescindir del sostén. El tiempo está a mi favor”.
El negocio de los brassieres, es un éxito rotundo en occidente, y hemos insistido en esto porque en algunos países de oriente como China, los anuncios de sostenes se consideran riesgosos porque “temen que despierten el apetito sexual”, así que están prohibidos tanto en la radio como en la televisión, según una nota aparecida en septiembre de 2007 en varias agencias informativas.
“Las autoridades están preocupadas por las imágenes lascivas y las aseveraciones sin fundamento sobre los beneficios o efectividad de algunos productos. Las publicidades ilegales de medicación sexual y otros avisos dañinos representan una amenaza grave para la sociedad. No sólo engañan a los consumidores, dañan la salud de la gente, contaminan el ambiente social y corrompen las buenas costumbres, sino que también perjudican directamente la credibilidad de las transmisiones públicas y afectan la imagen del Partido Comunista y el gobierno”.
¿Ya olvidó el escándalo que Provida organizó con los anuncios de Wonderbra en las calles de la ciudad de México?

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